AVISO

SI ME LEES DESDE UN TELÉFONO MÓVIL TE SUGIERO PASAR A HORIZONTAL. SI PREFIERES LA MEJOR EXPERIENCIA, USA TABLET, PC O PORTÁTIL.

Escalera hacia el cielo

    Como todas las noches, en la quietud que suele prevalecer a estas horas mágicas de la madrugada en esta catedral que acoge mis restos mortales, me encamino a mi preceptivo paseo.

    Me llamo Pío. Pío I, si me quieres distinguir de los muchos que me sucedieron. No sé cómo ni por qué, pero mis huesos vinieron a parar a una urna que está en una de las muchas capillas presentes en esta gran y hermosa Catedral de la Asunción. Creo que algo tiene que ver el obispo que está enterrado a pocos metros, en la entrada, pero Agustín es hombre de pocas palabras y nunca me ha querido explicar su implicación en mi traslado.

    Recuerdo haber morado en Roma durante cientos y cientos de años, tal vez mil. Debería haber ascendido en su momento para comparecer ante nuestro Señor, pero mis dos pasiones, esto es, el estudio de la naturaleza humana y la arquitectura, me mantuvieron atado a aquella ciudad rebosante de ambos tesoros.

    Un día, mis restos fueron traídos hasta Jaén. Antes Elinga, Yayyán, Auringis… por citar solo unos pocos de sus más de veinte nombres a lo largo de la historia. Y aquí, para mi gozo, descubrí que mis paseos nocturnos se volvieron más apasionantes si cabían.

    Sí, no tiene el tamaño ni la profusión de edificios históricos de Roma, de acuerdo. Pero, a su escala, hay arte por doquier en cada calle, en cada esquina, en cada patio, casi en cada piedra de esta bellísima ciudad. Mas no solo eso me ata. Lo que verdaderamente me impide subir al cielo, por más que lo intento cada noche, son los jiennenses. Las personas aquí tienen una especial dimensión espiritual, inspiran una profunda confianza, poseen una sinceridad en su trato… una refrescante cercanía en sus emociones, que me hacen incumplir noche tras noche la promesa que me hice al llegar: el día que no perciba una buena acción, me encaminaré a la escalera. 

    La escalera… esa es otra historia que debo explicaros. Mi buen amigo, el obispo Alonso Suárez, cuyos restos por fin han enterrado como Dios manda, me habló de ella al llegar. Tengo que confesaros que con él he mantenido larguísimas conversaciones durante todo este tiempo. Se trata de una gran persona y un gran conocedor de este impresionante edificio-relicario que nos acoge. Lógico, por otro lado, dado que fue el mecenas que lo promovió. La citada escalera fue un encargo especial suyo a los canteros. Por ella no solo se puede subir al cielo, sino también bajar de él. Se encuentra situada encima del balcón de Vandelvira, aparentemente una escalera hacia ninguna parte. Le faltan los primeros escalones, para evitar que sea demasiado transitable. Mi amigo, el obispo Alonso, la usa en uno y otro sentido cuantas veces lo desea. Tiene un gran apego por esta catedral y, aunque él no lo reconozca abiertamente, también como yo, por esta ciudad y sus gentes. 

    Pero yo no me he atrevido a subirla nunca, no vaya a ser un privilegio reservado al gran mecenas y vea impedido mi intento de bajarla. Tamaña adversidad daría un sabor agridulce a mi eterna estancia celestial. Allí atrapado no podría dejar de recordar que cada madrugada, poco antes del amanecer, salía de la seo con ojos nuevos cada jornada, y contemplaba agradecido durante horas cómo se desperezaba la ciudad y proseguía tanta gente sencilla elaborando con sus vidas tal intrincado bello mosaico.

    Y en esas estamos. Más de una vez me he sentado al pie de la escalera que me llevaría al cielo y la he utilizado como atalaya, contemplando cómo el atardecer va pariendo oscuridad sobre ese admirable paisaje lleno de olivos en los cerros cercanos y de pinares en las imponentes montañas que rodean a la ciudad. Pero nunca subo el último escalón… me gusta Jaén, qué le voy a hacer, el cielo… puede esperar.


~ ~ O ~ ~



Escrito en noviembre de 2023 y publicado posteriormente por Jaén Genuino en la antología III Narraciones Jahencianas.

No hay comentarios:

Entradas destacadas

Mis amigos invisibles

     Cuento solidario cuyo beneficio íntegro se destina a la asociación Pídeme la Luna.

Entradas populares